DÍA TRES MIL CUATROCIENTOS SESENTA Y NUEVE
La dulce y melódica voz seguía resonando por toda la casa.
Intenté hablar a los chicos varias veces, pero se mostraron omisos a mis
protestas.
Luego me fijé mejor, y ya no era que estuvieran omisos a mí,
era como si algo les hubiera absorbido literalmente. Eidan, se mostraba
contemplando el infinito, con los ojos vidriosos, y sin hacer ninguna mueca ni
movimiento. Viniendo de él, casi que me lo espero, porque se pone así con cualquier cosa relacionada con las mujeres, pero en este caso intenté buscar respuestas en Athan…
Imposible.
Athan estaba tan absorto como su hermano, mirando a través
de los cristales al jardín con la mirada perdida. Algo bastante raro en él, ya
que nunca descansaba ni perdía el tiempo.
¿Pero qué diantres sucedía ahí?
De repente escuché balbuceos de Athan…
—E-l-l-a… a-yu-da— escupió las palabras como si le estuvieran torturando.
—¡Athan! ¡Athan! — grité y le zarandeé de los hombros intentando que volviese en sí.
Sentí como un escalofrío y Athan bajó la cabeza aturdido. Antes de que pudiera intentar servirle un vaso de agua fría...
—Estoy bien, tranquila — respiró con dificultad — Gracias.
Me brindó una de sus habituales sonrisas de agradecimiento. Volvía a ser él.
—¿Qué ha ocurrido? —pregunté buscando sus ojos.
Athan me miró serio. Incluso sus ojos parecían estar vidriosos como los de Eidan.
—No sé muy bien como explicarlo. Pensaba que era invulnerable a ciertos tipos de hechizería y magia. Pero no logro encajar que me ha sucedido.
Mientras le estaba mirando, escuché un gemido apagado a mi lado. Me giré y... ¡Eidan! ¡Nos habíamos olvidado de él!
—¡Eidan! ¿Me puedes oír?
Estaba poniéndose bastante rojo y desprendía calor a distancia.
—Descuida, Ella. Volverá en sí en nada. Eso sí, ponte detrás de mí por si acaso. — inquirió viendo como su hermano estaba perdiendo el control en su ensimismamiento.
Nada más decir eso, me puse corriendo detrás de él. Espera un momento, la voz había cesado.
(...)
Hacía relativamente poco había salido de él, y nuevamente había vuelto a entrar.
Sin embargo esta vez era muy distinta de la anterior, sentía tranquilidad conmigo misma, una inexplicable paz interior que recorría mis venas aturdiéndolas y dejándome evadida del mundo que me rodeaba.
Pero ¿cuánto tiempo había pasado? Aunque mi cerebro se quejase y no quisiera trabajar, puse total ímpetu en recordar qué había pasado momentos antes. Estaba… ¿bañándome? Y.. ¿qué paso después? En ese momento me maldecí a mí misma por recordarlo, incontrolablemente mi garganta empezó a arder, como imperiosa por emitir un sonido. Con todas mis fuerzas intenté detenerlo, pero no supe como… y no me acuerdo de más.
Noté nuevamente el contacto del agua, ya fría, por mi piel, y la reacción que me causaba erizándome los vellos del brazo. Poco a poco y parpadeando pude abrir finalmente los ojos y ver que estaba en el mismo lugar y que no parecía a simple vista alterado."
"Estaba todo totalmente desordenado como se supone que debía estar. Quizás me había quedado dormida y fue una especie de pesadilla.
Intenté escuchar si se oía algo por parte de los chicos, sobretodo de Ella con su voz chillona, pero nada, no se escuchaba nada.
Vi en el suelo una pila amontonada de libros, debían de ser bastante antiguos por su aspecto, me entraron ganas de coger uno y leerlo a ver de que trataba.
Pero ahora la prioridad era salir del baño y ver qué pasaba, ya tendría tiempo para leer después.
Salí de la ducha y maldije a Ella, mi ropa oscura no estaba por ningún sitio de la habitación, solo un vestido rosa y unos tacones. Nada en comparación con mis bonitas botas…
Me vestí a regañadientes proponiéndome regañar a Ella y exigiéndola mi antigua ropa."
Mis piernas, ya secadas, las notaba otra vez mojadas y cuando me dispuse a coger otra vez la toalla para secarme de nuevo, pude ver como por “arte de magia” mis bonitos tatuajes…
Hubo una fuerte luz que iluminó el baño. Luego empecé a notar como pequeños pinchazos muy molestos que recorrían todo el largo de mis piernas y brazos. Dolían de verdad.
Miré cuando vi aterrada que en lugar de los tatuajes que tenía solo quedaban manchones negros y moratones como si hubiera estado en una pelea callejera y me hubiera revolcado en barro.
Miré cuando vi aterrada que en lugar de los tatuajes que tenía solo quedaban manchones negros y moratones como si hubiera estado en una pelea callejera y me hubiera revolcado en barro.
Si bien antes pensaba que igual no había pasado nada y todo era un mero sueño, ahora no me lo creía para nada. Algo había pasado en esa habitación, algo me había cambiado…
"Tengo miedo. Miedo de qué soy."